Hay muchas causas por las que una persona puede necesitar acudir a un psicólogo, desde dificultades para adaptarse a los cambios difíciles, épocas de estrés ó problemas que llevan acompañándote muchos años.
A continuación leerás una serie de situaciones que puedes estar viviendo y haciéndote pasar malos momentos. Si te identificas con alguna de ellas, no dudes en contactar y preguntar al respecto.
Los problemas que no se resuelven se hacen más grandes con el tiempo.
La ansiedad puede manifestarse de diversas maneras y dar lugar a distintos tipos de problemas.
Los siguientes son algunos de los más comunes, pero no los únicos.
Preocupación continua y angustiante, sin saber de dónde viene ni poder controlarla, que se alarga durante meses ,afectando a la vida diaria.
Miedo intenso y desproporcionado a estar en espacios abiertos o cerrados, a usar el transporte público, estar entre multitudes, o a estar solo fuera de casa.
Episodios súbitos de ansiedad y miedo intenso que se disparan en cuestión de minutos con múltiples síntomas físicos, entre los que se encuentran ahogos, mareos o temblores.
Ansiedad intensa e inmediata ante una situación u objeto (inyecciones, situaciones sociales, etc…) que es desproporcionado al peligro real que representa.
¿Sientes que no duermes lo suficiente? ¿Cuando te levantas, sientes que no has descansado? ¿Esto hace que no te encuentres bien durante el día y que no puedas desarrollar actividades con normalidad?
El insomnio, la somnolencia excesiva, los ritmos irregulares de sueño o dificultades respiratorias son algunos ejemplos de problemas al dormir.
A raíz de una o varias situaciones que estresan a la persona, aparecen malestares como el miedo, el enfado o la culpa que afectan a la vida personal, familiar, social o laboral.
Este malestar es desproporcionado ante la situación que lo ha provocado, aunque la persona no puede deshacerse del mismo y necesita ayuda para ello.
Cambios importantes en el puesto de trabajo, dificultades para llevar un negocio o la amenaza de un despido pueden ser una fuente de estrés significativa.
Cuando el malestar y el deterioro en el día a día se mantienen meses después de una pérdida, es posible que no se esté gestionando adaptativamente la situación.
El diagnóstico a uno mismo o a otros de una enfermedad grave, crónica o una discapacidad puede generar un estrés desbordante para la persona.
Determinados eventos personales también pueden conllevar esta problemática: jubilarse, volver a casa de los progenitores, convertirse en padre/madre, casarse, etc…
Hay diferentes tipos de trastornos bipolares en función de sus características y gravedad.
Se caracterizan por periodos de varios días de estado de ánimo anormal y persistentemente eufórico, avasallador o irritable. Durante este periodo la persona puede implicarse de forma exagerada en todo lo que ocurre a su alrededor: hace compras compulsivas o participar e interrumpir en conversaciones ajenas.
También por un aumento anormal y persistente de la actividad o la energía. También te sientes mucho más activo de lo normal, duerme poco y no descansa, no por problemas de sueño, sino porque la persona no para de hacer cosas.
Y estos periodos pueden alternarse con semanas de estado de ánimo deprimido que se mantiene durante varios días completos.
Buena parte de los malestares de las personas no nacen de problemas psicológicos, sino de dificultades de la vida diaria.
La manera de relacionarnos y el entorno social en el que vivimos influyen en nuestra satisfacción y en nuestra angustia.
Saber cómo lidiar con situaciones sociales convivir con personas con las que discutes a menudo, gestionar los enfados de clientes si trabajas de cara al público o saber decir no es imprescindible para reducir el malestar y tener bienestar psicológico.
La familia es un entorno donde las personas pasamos gran parte de nuestra vida, por lo que es importante disfrutar de unas relaciones saludables. Tener problemas familiares es una gran fuente de malestar que hay que saber afrontar.
Un divorcio es una situación difícil para todas las partes, y que implica grandes cambios en el día a día, en cómo se ve el mundo y en cómo te ves a ti mismo. Muchas personas precisan de ayuda para adaptarse a su nueva situación y continuar con su vida.
Preocuparse de manera excesiva, y quizás inapropiada, por otras personas o colectivos ignorando las propias necesidades es un forma de relacionarse poco adecuada. Abandonarse uno mismo para entregarse a otros es un patrón de conducta desadaptativo.
Las relaciones de pareja afectan en gran medida a nuestro bienestar, ya sea para bien o para mal. Para que una pareja funcione y ambas personas quieran seguir, es necesario conocer algunos aspectos y practicar algunas habilidades que ayudan a ello.
Este problema surge de haber estado expuesto (directa o indirectamente) a un evento estresante o traumático, como puede ser un accidente de tráfico.
Aparecen entonces recuerdos, sueños o vivencias angustiosas no deseadas relacionadas con ese evento que ha sufrido.
El estado de ánimo y el funcionamiento mental se ven afectados y se intenta evitar todo lo relacionado con el evento.
La incapacidad de autorregular las propias emociones o los propios comportamientos son una fuente de problemas común.
Los estallidos de ira, tener manías que no se pueden evitar o fumar y beber excesivamente son algunos ejemplos.
El enfado es una emoción natural. Pero cuando las reacciones que tenemos al enfadarnos causan problemas a uno mismo o a otros (gran frustración, ganas de gritar y golpear cosas, ser incapaz de centrarte) entonces hay que actuar.
Sentir un impulso por hacer algo innecesario y ser incapaz de resistirse puede convertirse en un problema (robar sin necesitarlo, encender un fuego por fascinación…). Estas acciones ponen en tensión a la persona antes de hacerlo, pero le generan un gran alivio cuando lo realizan.
El consumo abusivo de sustancias legales (como el tabaco o el alcohol) o ilegales (como las drogas) puede causar problemas físicos y psicológicos en las personas. Reducir o abandonar el consumo es un desafío que precisa de ayuda profesional, pero que trae muchos beneficios.
Se caracterizan o bien por la presencia de obsesiones: de pensamientos, impulsos o imágenes no deseadas pero persistentes.
O bien por la presencia de compulsiones: conductas repetitivas o actos mentales que la persona se siente obligada a hacer.
Algunos ejemplos son obsesiones sobre la limpieza, conductas de tirarse del pelo y también manías mentales, como hacer cuentas con el pensamiento para relajarse.
En ocasiones los problemas de las personas no nacen de uno mismo, sino de circunstancias del entorno en el que vive.
Saber afrontar estas situaciones adversas o cambiantes es necesario para preservar el bienestar y evitar futuros problemas.
Hay determinadas épocas en las que el entorno cambia o nos presiona, de manera que sentimos un malestar creciente: la marcha de los hijos del hogar, la jubilación, mudarse a vivir con la pareja, la adolescencia…
Cuanto sentimos que la soledad nos está pesando, pero no sabemos cómo combatirla, las posibilidades de desarrollar un problema psicológico aumentan. Es necesario actuar de manera diferente para lograr una vida más satisfactoria.
Las características personales pueden ser objeto de rechazo por parte de personas del entorno, lo que causa un gran malestar y tiene implicaciones negativas. Saber lidiar adecuadamente con este tipo de situaciones permitirá tener una vida más segura y feliz.
Son enfermedades adquiridas (no de nacimiento) que impactan fuertemente en la vida diaria, como por ejemplo el Alzheimer.
Se tratan de una serie de problemas donde la mente no funciona como debería a la hora de seguir rutinas o recordar cómo se hacen las cosas.
Eso implica desorientarse en entornos familiares, no saber seguir una planificación diaria o sentirse confuso a menudo.
Son patrones permanentes de vivencias y comportamientos muy diferentes de lo que se espera en la cultura donde vive.
Estos patrones son estables en el tiempo, rígidos, aparecidos en la adolescencia o la adultez temprana.
Todo esto causa un malestar o un deterioro significativo, ya sea a la persona o al entorno con el que se relaciona.
Patrón de desconfianza y suspicacia, interpretando las intenciones de los demás como malévolas.
Patrón de desprecio y violación de los derechos de los demás.
Patrón de inestabilidad en las relaciones, en la propia imagen y en los afectos, con gran impulsividad.
Patrón de gran emotividad y de búsqueda excesiva de atención de los demás.
Patrón de grandiosidad, necesidad de admiración de los demás y falta de empatía por el prójimo.
Patrón de retraimiento social, sentimientos de no encajar y muy sensible a las críticas negativas.
Patrón de comportamiento sumiso y de adhesión a otros, con una excesiva necesidad de ser cuidado.
Patrón de preocupación por el orden de las cosas, el perfeccionismo y el control en su vida.
El trabajo es una parte importante de la vida de las personas, por el tiempo que ocupa y la supervivencia que ofrece.
La falta de trabajo o estar en un trabajo con malas condiciones (de horario, sueldo, ambiente laboral) provoca gran malestar.
Es necesario afrontar y acometer cambios en la situación laboral, que revertirán en la salud mental y bienestar.
La infancia y adolescencia son dos épocas fundamentales en el desarrollo que influyen en tu identidad como adulto.
Aunque es imposible actuar de manera perfecta al criar a nuestros hijos, sí hay aspectos que pueden atenderse para mejorar.
No nacemos sabiendo cómo educar a los peques, qué estilo educativo aplicar, qué normas imponer cuando crecen o cómo hacer que sean adultos de provecho y nos respeten. Aprender todo esto debería ser algo conocido por todas las personas que tienen hijos.
Las razones por las que un alumno no obtiene los resultados académicos esperados pueden ser múltiples: dificultad de comprensión, un entorno escolar que no ayuda, problemas personales, falta de motivación, etc… Conocer todos estos aspectos nos dirá qué tipo de acciones podemos hacer para mejorar su situación.
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