Tengo Ansiedad porque mi cabeza piensa cosas que no quiero pensar

¿A veces te vienen a la cabeza pensamientos que te molestan y no quieres tener

pero no puedes evitar que vuelvan?

Veamos en este artículo por qué te ocurre esto y te provoca ansiedad.

Todos los pensamientos que pasan por nuestra mente tienen la capacidad de influir en cómo nos sentimos y en nuestro bienestar. Algunos de estos pensamientos puede que sean poco importantes y neutros para nosotros, como los que nos guían en acciones cotidianas (por ejemplo, recordar cepillarnos los dientes antes de dormir). Otros pensamientos son agradables, incluso placenteros. Me refiero a recuerdos de momentos disfrutados, reflexionar sobre el amor correspondido que tenemos con otra persona o familiar, la anticipación de un evento próximo que vamos a disfrutar como unas vacaciones o una excursión, etc… La presencia de estos pensamientos en nuestra mente nos reconforta y nos despierta una serie de emociones agradables, que nos provocan cierto bienestar.
Pero también hay pensamientos que vienen a nuestra cabeza y al prestarles atención pueden despertarnos una variedad de emociones desagradables. Estos sentimientos pueden ser de tristeza, ansiedad, melancolía, enfado, vergüenza, culpa, miedo… Me estoy refiriendo a los malos recuerdos, a los errores pasados, a los temores sobre el futuro, a las situaciones complicadas del presente… Cuando esta clase de pensamientos aparecen en nuestra mente y están presentes durante un tiempo, nuestro ánimo se ve afectado por ello y gestionar la ansiedad puede convertirse en un problema.
Que nuestras emociones se vean afectadas por nuestros pensamientos es algo absolutamente normal y coherente que le ocurre a todo el mundo. Hay un fuerte vínculo entre ellos y ambos se influyen mutuamente. Así, si una persona piensa que es afortunada por el trabajo que tiene, habitualmente acudirá al mismo con un ánimo más positivo que otra que piense que está en un trabajo con malas condiciones laborales. Y viceversa: si una persona ha tenido un día agotador o malo en el trabajo es probable que se tome las cosas peor en casa que si ha tenido un día gratificante.
“No quiero sentirme mal” o “Quiero no pensar nunca más estas cosas” son peticiones habituales que las personas que acuden a mi consulta me transmiten. Y son peticiones lógicas: a nadie le apetece tener sentimientos desagradables. Por instinto muchas personas intentan evitar a toda costa experimentar estas emociones de ansiedad y estos pensamientos molestos. Pero hay un aspecto que siempre les señalo cuando abordamos este tema: las emociones desagradables que sentimos no vienen por azar o por “fastidiarnos”. Sino que son un mensaje que nuestro cuerpo nos está enviando.
Por definición, las emociones son respuestas espontáneas y naturales de nuestro cuerpo a situaciones que nos ocurren. Cuando nos ponemos tristes, suele haber una razón para encontrarnos de esa manera y no tener muchas ganas de relacionarnos. Cuando tenemos miedo es que estamos intuyendo o percibiendo una amenaza y todo tu cuerpo se pone en guardia. O cuando nos enfadamos es porque algo no salió como queríamos o alguien no se ha portado como deseábamos y eso activa nuestra ira. Así que cuando estas emociones desagradables aparecen, más que intentar suprimirlas o evitar sentirse así, lo más adaptativo suele ser analizar el motivo y actuar en consecuencia.
¿Y qué tiene que ver todo esto con los pensamientos que no puedo quitar de mi cabeza? Pues mucho, y precisamente por el fuerte vínculo que hay entre emociones y pensamientos.
Cuando una persona está experimentando una intensa sensación desagradable (como un miedo atroz o una ansiedad angustiante), es posible que por instinto intente evitar de todas las maneras posibles provocar esas emociones. Por ejemplo, si una persona tiene un miedo intenso a salir a la calle y contagiarse, es probable que pase la mayor parte del tiempo en su casa. O si alguien tiene unos nervios insuperables cada vez que tiene que hablar delante de un público, intentará evitar tener que hacer presentaciones públicas siempre que le sea posible. La persona en cuestión evitará a toda costa provocar esas emociones. Eso hará que tome decisiones que a la larga puedan perjudicarla, pero que en el momento le provocan gran alivio (quedarse tranquila en casa o no tener que hablar en público en los ejemplos anteriores).
Ahora bien, cuando la fuente de ese malestar son los pensamientos, las personas tienden a reaccionar de la misma manera: evitándolos en todo lo posible para que no provoquen los sentimientos indeseados. Por ejemplo, en el caso de una persona que suele pensar que un ladrón va a entrar en su casa. Eso la pone nerviosa y siente un gran malestar que la lleva a revisar continuamente puertas y ventanas. Parece lógico que en determinados momentos esa persona quiera no sentir esa incomodidad e intente no pensar más en ello. Pero es aquí donde está la trampa.
¿Recuerdas el anuncio de televisión de hace unos años en el que el protagonista intentaba no pensar en un oso blanco sin éxito? Es este video que te muestro aquí. El anuncio se basaba en diversos experimentos científicos relacionados con la atención. Porque la atención es la causa de por qué nos es difícil eliminar los pensamientos indeseados de nuestra cabeza. Hagamos la prueba con un simple ejercicio: para de leer este artículo durante medio minuto e intenta con todas tus fuerzas no pensar ni un instante en un elefante rosa.
Si has puesto en práctica este ejercicio, es posible que hayas mantenido con mayor o menor éxito la imagen de un elefante rosa lejos de tu mente. Pero es bastante probable que en algunos momentos, aunque sea durante milisegundos, el elefante rosa haya pasado por tu cabeza. ¿Por qué ocurre esto? Por el propio mecanismo humano de la atención.
Cuando emprendes una actividad de cualquier tipo, nuestra atención se focaliza en el objetivo de nuestras conductas para poder realizarlas. Si conducimos, atendemos al tráfico. Si leemos, atendemos a la escritura del libro. Y si recogemos nuestra casa, ponemos nuestra atención en todos aquellos elementos que están desordenados o fuera de su lugar. Pues bien, la manera que tiene nuestra mente de comprobar que no aparece el elefante rosa por ningún lado es, precisamente, estar atento al elefante rosa.
Este efecto paradójico está bastante bien descrito en la literatura científica y ocurre cuando intentamos suprimir un pensamiento. Nuestra mente intenta comprobar que no pensamos en ello, pero eso nos hace estar atentos a lo que queremos evitar. Y no solo eso: la investigación también nos indica que cuanta más carga emocional tiene el pensamiento, más se centra nuestra atención en él.
Por ejemplo, si hoy hemos comido un plato rápido de cualquier cosa que había en la nevera mientras veíamos la tele, es posible que ese plato haya dejado poca huella emocional en nosotros. Por lo tanto, es bastante probable que lo olvidemos y pongamos nuestra atención en otro asunto con facilidad.
Sin embargo, si hoy en la universidad o en el trabajo un amigo se ha comportado de una manera que nos ha enfadado o indignado mucho, cuando volvamos a casa podemos intentar ignorar el enfado o el daño que nos ha hecho, pero es probable que el recuerdo vuelva a nuestra mente durante las siguientes horas. Nos provoca unos sentimientos intensos que nos hace difícil poner la atención en otro tema, tanto por la fuerte carga emocional de lo vivido como por el mecanismo paradójico de la atención.
Y ahora, vamos suponer que esta situación se alarga en el tiempo. Imagínate que una persona está preocupada por si la despiden del trabajo. Pensar que la pueden echar hace que se sienta mal y se ponga nerviosa. Por esa razón la persona intenta suprimir ese pensamiento, pero solo logra que vuelva cada cierto tiempo, y cada vez con más frecuencia. Entonces el malestar se multiplica: por la preocupación del posible despido y por los intentos frustrados para intentar apartar el pensamiento, aumentando la ansiedad.
Este malestar aumenta la carga emocional (desagradable) de estos pensamientos, lo cual hace más difícil todavía apartarlos de la mente. De esta manera, la persona entra en un círculo vicioso que le genera una ansiedad creciente y permanente en el tiempo. Y posiblemente, necesite acudir a algunas sesiones de atención psicológica para abordar este problema y cambiar ese patrón de pensamientos.
¿Cómo se rompe esta dinámica? No hay recetas universales, por lo que los pasos a tomar dependen de la persona y de la clase de pensamientos que la están agobiando. Pero sí podemos asegurar que en terapia se hace un profundo análisis de cómo están teniendo lugar esos pensamientos y se hace una hoja de ruta para revertir la situación y salir de ese bucle.
¿Sientes que tienes ansiedad, que estás en ese círculo vicioso y necesitas salir de él? Contacta conmigo y veamos las posibilidades para hacerlo.
Sin Comentarios

Deja un comentario

Si navegando por mi sitio web, o haces click en el botón de aceptar, significa que aceptas el uso de cookies. Más información

Los ajustes de cookies en esta web están configurados para «permitir las cookies» y ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues usando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en «Aceptar», estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar